miércoles, 22 de abril de 2009

¡Vamos portero, vamos portero!

Próximamente, el defensa y los pivotes. Inconmensurable.

sábado, 18 de abril de 2009

Hasta siempre, comandante

El Che. ¿Qué sería de la humanidad, de la historia del siglo XX, de todos nosotros, sin el Che? Aunque a más de uno le pese, no sería lo mismo, aunque tampoco soy capaz de explicar qué supondría exactamente la falta de su legado.

En Cuba adoran al Che. Está en todas partes. Igual que en el resto del mundo, diréis. Sí, pero en Cuba está aún más presente. Ser respira Che Guevara en cada esquina, en cada muro de los callejones más recónditos se vislumbra una pintura que le representa. Sus camisetas se venden por docenas todos los días en mercadillos y puestos 'duty free' de los aeropuertos.

Su casa se puede visitar, previo pago de diez pesos convertibles. Dicen que no merece la pena hacerlo, por el dinero, que en la isla se esfuma muy fácilmente, y porque tampoco hay gran cosa que ver. Probablemente como a él le hubiese gustado.

Para unos asesino y terrorista, para otros, misionero social, héroe revolucionario, buscador del bien del pueblo. Sea como fuere, el Che es un Jesucristo viviente de nuestra era. No le gustaba el lujo ni vivía por el dinero, ni era afín de los burdeles como sí lo fueron otros compañeros de la Revolución cubana.

Ni siquiera era patriota, aunque nos lo hayan querido vender así. Él era el militar menos patriota de todos. Por eso se fue a Bolivia, a México, al Congo. Como un mesías. Quizá por eso le adoran. Porque fue un mesías moderno, el siguiente mesías después de Cristo. Además de morir como un hombre, murió ejecutado, como muere un mesías, un mártir.

En el hotel de Varadero sonaba a todas horas esta versión del tema Hasta siempre, compuesto por Carlos Puebla en 1965. Una muestra del amor de los cubanos por Ernesto, Teté para su familia y amigos. Hasta siempre, comandante.

jueves, 16 de abril de 2009

Sin que fuera herido


Pablo Neruda ya lo dijo. "Si no has visto el cielo del Caribe manando sangre sin que fuera herido, no sabes la belleza de este mundo. Desconoces el mundo en que has vivido". El día que llegamos a La Habana, el cielo del Caribe era más naranja que aquella inolvidable práctica universitaria de Edición.

Las pequeñas antorchas que a ras de suelo delimitaban la pista de aterrizaje del aeropuerto José Martí daban un aire aún más místico al mágico momento en el que pisábamos tierra isleña.

Imaginamos muchas cosas, entre otras que Martin Sheen podía estar esperándonos en la salida, para llevarnos por un río salvaje como en 'Apocalypse Now', junto con Coppola y el fantasma de Jim Morrison cantando 'The End' entre punteos de guitarra.

Si nos dicen que estamos en Vietnam, nos lo creemos. Pero es Cuba la que nos recibe. Y su calor reinante, asfixiante y casi insoportable para un hispano-nórdico de espíritu como lo es un servidor. Sudar vamos a sudar. Un pequeño trayecto al hotel en autobús nos enseña la oscuridad de la que me resisto a dejar de hablar.

Con El Malecón a la derecha, lleno de olas despidiéndose del mar a ritmo de rotura, vislumbramos en hotel Riviera, donde nos van a dejar dormir durante unos días. Pasear por las calles parece tan peligroso como en el GTA San Andreas, pese a que el único joystick que manejamos es el de la paliza del viaje y su jet-lag consecuente.

En la Play Station hay delincuentes, en La Habana dicen que no. Tan sólo son pillos, vivos, sobre todo cuando huelen unos pesos frescos en el bolsillo del turista. Tras la primera cena en un restaurante vasco con pollo a la vasca nos vamos a dormir con la sensación de que nos la han clavado en toda regla.

Ojo avizor, que mañana toca noche de Malecón. Al amanecer el cielo volverá a manar sangre de luz solar sin que nadie le haya herido.

miércoles, 15 de abril de 2009

Las luces más tenues del universo

La noche es cerrada. Mientras el avión se eleva progresivamente guiado por unos débiles pilotos azules, las luces de La Habana pierden intensidad con la altura. Son dispersas, nada que ver con el entramado lumínico de cualquier capital europea.
Son tenues, como si la urbe durmiese triste, aunque ocurra todo lo contrario. Volvemos a España, a la realidad que creemos universal. Regresamos de allí, del otro planeta, del otro mundo, de la realidad con seis horas y cincuenta años de retraso.
Después de doce días en Cuba, uno ya está acostumbrado a la oscuridad de las calles isleñas. Ya ha dado tiempo a caminar por La Habana Vieja. A conocer a los cubanos turísticos y a los cubanos auténticos, los que tocan la guitarra en la acera de El Malecón aireados por la refrescante brisa marina, los que pagan en pesos cubanos y no en convertibles. Aquellos a los que es mejor ver lejos de los muros del hotel.

Y pese a ello, pese a creer palpar el espíritu de la Revolución, pese a pensar que entiendes Cuba, que la has respirado lo suficiente, que has sufrido su ritmo apático... Pese a todas esas sensaciones, es al marcharte, al ver La Habana semioscura desde el vuelo 470 de Cubana Aviación, cuando te das cuenta de dónde has estado.

Llevo una hora en el piso de Pamplona. No tengo sueño y todo es raro. Echo de menos esas luces deprimentes. Las luces más tenues del universo.

jueves, 2 de abril de 2009

Soy metálico

Cuando no entendáis nada, cuando todo sea un sinsentido, cuando el mundo gire al revés, el sol salga por la noche y la luna se vuelva llena en pleno mediodía, no os sintáis raros y buscad alguien a quien le ocurra lo mismo.

A mí a veces me viene bien escuchar una canción que compuso el gran Santiago Auserón, a quien hoy todavía se 'mal llama' Juan Perro. No me gusta Álex Ubago, excepto cuando le oigo cantar esto. Creo que su versión del tema merece la pena.

Con esta canción de Radio Futura uno puede comprender que la lógica no es una ciencia 100% fiable y que el ser humano nunca será un animal que encaja perfectamente en los engranajes del universo. Hay veces en las que uno cree ser el marco de la foto, la columna del párking o, simplemente, una estatua de metal plantada en medio de un jardín botánico. Nunca os sentiréis más humanos.