Sólo nos queda un mes. Entonces cogeremos el billete de tren, como decía mi amigo estellés Xabi Gómez de Segura. El billete del tren de cercanías que es la vida. Últimamente, cuando me encuentro con algún colega, me preguntan por mi futuro. "¿Y qué? ¿Te veremos en la tele dentro de poco?". Odio la tele. "¿Cuándo nos deleitarás con tus artículos de opinión?". Sinceramente, no lo sé. Ojalá sea dentro de veinte años, cuando tendré la edad ideal para discernir hasta ponerme como un quico.
No sé que va a pasar. No puedo darles respuestas. No me veo fuera de aquí. No me imagino levantarme un día sin ir corriendo a la facultad, al laboratorio, sin echar un pincho a media mañana en la cafetería, sin estar con la gente de proyectos, con la gente de clase. Debería ir haciéndome a la idea de que esto, en un mes, será diferente.
Amigos, no sé qué pasará entonces. Lo único que tengo claro es que ha llegado la hora de apechugar, de tirar para adelante. De buscarse la vida. A por ello, entonces.