Aún me acuerdo del día en que viniste a la redacción de Diario de Navarra a arreglar el aire acondicionado. "Parece que te da miedo que esté aquí toquiteando esto", me dijiste bromeando, mirándome con una sonrisa. Estabas subido a una escalera inestable y había un agujero muy grande en el techo. No me inspiraba mucha confianza. Pero bueno, eras un gran profesional. Lo tenías bajo control.
Con Iñigo, tu hijo mayor, he compartido borracheras y juergas de esas que son inolvidables. También, de resaca, algún que otro desayuno. El de hoy no ha sido como aquellos. Se me ha quedado mal cuerpo. No porque tuviese el estómago lleno de alcohol, sino porque me ha temblado el pulso cuando he leído que una inoportuna descarga eléctrica te ha llevado al otro barrio. Marcos 'el envidador' lo decía hace unos días. Con 48 años, no creo que uno espere morirse. Ni con 29, 31, o 18. Pero cada día uno se da más cuenta de que esta película es así.
No te conocí en exceso, la verdad. Pero eras uno de esos padres carismáticos, siempre riendo y gastando bromas. Siempre que nos veíamos en fiestas de Tudela e Iñigo estaba ahí, le hacías algún guiño, alguna 'judiada'. Y nos reíamos mucho. Me da pena por él, por Cristina, Borja y Almudena, que se quedan un poco más solos. Me ha dado pena porque, sinceramente, nunca me esperaba que esto te pudiese pasar a ti.
Descansa en paz, Manfredo. Hasta siempre.