A las cuatro el seis de julio, al menos en 2009, ni siquiera se había llenado la plaza del Ayuntamiento de Pamplona, aunque la letra del Vals de Astráin rece todo lo contrario. Sin embargo, el Riau riau, una tradición a caballo entre la recuperación y la desaparición, pareció resucitar ayer como en los tiempos de antaño, con un ambiente espléndido y el coso consistorial a reventar instantes antes de que La Pamplonesa tocase las primeras notas de la pieza del maestro Astráin.
Como en ediciones anteriores, la hora de comienzo se retrasó hasta las seis, pese a que fueron muchos los que creyeron que el desfile empezaría antes. Eran mayoría los curiosos que se acercaban hasta la puerta del Ayuntamiento, donde se encontraba Jesús María Gavari. Este pamplonés de 55 años lleva desde hace veinticuatro regalando pegatinas y cuartillas donde se puede leer la letra del vals. A punto de cumplir las bodas de bronce como conservador altruista del Riau riau, Gavari sigue con la misma ilusión del primer día. "Esto me quita tiempo, me cuesta dinero, pero llevo el Riau riau en el corazón e intento que la gente se una, cante la canción y se recupere en cierta medida la tradición", afirmó el pamplonés.
En la recuperación del Riau riau también tienen mucho que ver varias asociaciones de jubilados de Pamplona, que se encargan de organizar el acto desde hace cinco años. Y, si hay que hacer una valoración de la afluencia de público, la de esta edición no puede ser mala, pese a que volvió a faltar la corporación. Incluso a Jesús Mari Gavari se le acabaron las pegatinas y las cuartillas antes de las seis. "No me había pasado esto en los veinticuatro años que llevo repartiendo", aseguró asombrado.
Una anécdota que pone de manifiesto que el Riau riau no está para nada en declive. De hecho, la presencia de jóvenes en la plaza consistorial fue la nota destacada. Junto a ellos, se formó una masa de gente de lo más variopinta, ya que por los adoquines del Casco Viejo desfilaron juntos tanto los pamploneses de pro como los guiris más empeñados en integrarse en la fiesta.
Todos recibieron con aplausos la llegada de La Pamplonesa a la plaza, al grito de "Esa, esa, esa. Esa Pamplonesa". El silencio precedió a las primeras notas del Vals de Astráin y los obligados riau riaus entre estrofa y estrofa. Y de ahí la marabunta partió en comitiva hasta la iglesia de San Lorenzo al ritmo que marcan los cánones. Sin velocidad excesiva, a paso lento y pausado. Como se hace en las fiestas de esta gloriosa ciudad.
(Crónica publicada en Diario de Noticias. 7-7-2009)
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