domingo, 28 de diciembre de 2008

Las inocentes planchas Jata

Eran las tres y media de la madrugada, el 28 de diciembre de 2018, en los estudios de Antena 3. María por fin enfilaba la gran puerta de entrada y salida de la cadena después de una ardua jornada laboral, poniendo a caldo a famosos de poca y mucha monta.

Diez años después de su punto mediático álgido, la Patiño continuaba marujeando con las nuevas hornadas comunicadoras del corazón y haciendo las delicias de quienes aún se resistían a creer que el periodismo serio se había impuesto en aquel mundo gobernado por la oligarquía de la gente sensata.

Aquella noche, la ¿periodista? sevillana tenía más ganas que nunca de llegar a casa y tumbarse en el sofá para visionar por milésima vez todos los viejos VHS en los que guardaba grabadas sus intervenciones más magistrales.

Se despidió de Cantizano, igual de guapo que siempre a pesar de los años, y giró a la derecha de la esquina del inmueble para dirigirse a su plaza de párking delimitada con coranzocitos de pintura rosa. La titanlux blanca estaba guardada para los mediocres.

Entonces, se produjo el ultraje. Un fuerte ruido interrumpió el sonido silencioso de la madrugada fría y gélida de diciembre y sobresaltó a la Pati. Corrió hacia su coche como alma que lleva el diablo, y se topó de bruces una horrible escena, propia de una noche de los Santos Inocentes. La luna de su coche estaba destrozada por completo.

Cuando los lamentos de desesperación de María se colaron hasta en el ático de Antena 3, apareció de la nada el hechor de aquel acto vil y cruel. Ángel Martín, por aquel entonces profesor de Deontología en fcom, atravesó la intensa niebla y se quedó quieto enfrente de la Patiño, que lloraba desconsolada.

"Es el día de los Santos Inocentes, María. El destino ha querido que hoy te tocara la china a ti", susurró Martín, mientras sostenía en sus manos una plancha Jata. "Ayer me di cuenta de que estas planchas están especialmente diseñadas para romper lunas de coches. No pude evitar aprovechar esta oportunidad".

Dani Mateo llegó a continuación, con su moto voladora y recogió a Ángel, rumbo a la isla del imperio Aragón. El llanto de María Patiño se hizo más fuerte que el del cielo, que empezaba a arrojar leves gotas de aguanieve.

Cantizano acudió a consolar a su compañera, y la abrazó fuerte en medio de la niebla. Ambos se quedaron petrificados en el suelo mientras el aguanieve persistía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Falta el final: Patiño dejó de llamar periodismo a sus crímenes televisivos y se despatiñizó para siempre.

Colorín colorado...

Mikel Arilla dijo...

... esta paranoia se ha acabado. Siempre eres muy exigente con los finales Mikeleitz.

Jurdan dijo...

Que esta noche sea tan interesante como la de Nochebuena y que nosotros la leamos el seguro que próspero año que viene.

Que lo paséis bien.