Fotos: Arriba, Liroy and me. Qué bien me lo paso con ese chaval. Abajo, botellonico en casa de Manuel (con camiseta negra). A su lado, Mozo, Mikel Mozo.También la bellísima María Huguet.
La cena está de vicio, en efecto. Algo previsible yendo a casa de los abuelos. Langostinos, hojaldres con hortalizas y verduras, ibéricos... Bien bonito, vamos. La carne, pa que decir ná.
Antes de que llegue Joseph de Cabanillas, mi madre saca los regalicos mientras llevan a mi prima pequeña a la cama. Ella ya los ha abierto antes de cenar. Unas últimas risas, un trozo de turrón de despedida y ya es hora de marcha. La niebla ha crecido y se ha reproducido desde las ocho hasta las doce y media, por lo que hay que conducir con cuidado.
Ni un control ni medio camino a Tudela. La casa de Manu nos espera. Es el anfitrión perfecto. Hay whisky escocés de 12 años, Cardhu y ron añejo, todo ello aderezado con un chorrito de coca-cola. El primer cubata ya ha caído para los cinco minutos.
Cantamos villancicos, mientras empieza el show de la visión distorsionada, las palabras quebradas y la cuerda hilarante. "¡¡Rom pom pom pom!! ¡¡Rom pom pom pom!!". Las conversaciones dejan de ser lineales y se cruzan en diagonal, creando una atmósfera verbal inigualable. Es hora de irse. Recogemos a toda velocidad.
Bajamos al portal y el frío nos recuerda que es diciembre, pero que para algo están los bares con su atmósfera cálida y acogedora. Al llegar al Tubo, la calle está casi vacía. Falsa alarma, porque entrar a cualquier garito es misión imposible. Bueno casi. El whisky lo aguanta todo... (continuará)
Antes de que llegue Joseph de Cabanillas, mi madre saca los regalicos mientras llevan a mi prima pequeña a la cama. Ella ya los ha abierto antes de cenar. Unas últimas risas, un trozo de turrón de despedida y ya es hora de marcha. La niebla ha crecido y se ha reproducido desde las ocho hasta las doce y media, por lo que hay que conducir con cuidado.
Ni un control ni medio camino a Tudela. La casa de Manu nos espera. Es el anfitrión perfecto. Hay whisky escocés de 12 años, Cardhu y ron añejo, todo ello aderezado con un chorrito de coca-cola. El primer cubata ya ha caído para los cinco minutos.
Cantamos villancicos, mientras empieza el show de la visión distorsionada, las palabras quebradas y la cuerda hilarante. "¡¡Rom pom pom pom!! ¡¡Rom pom pom pom!!". Las conversaciones dejan de ser lineales y se cruzan en diagonal, creando una atmósfera verbal inigualable. Es hora de irse. Recogemos a toda velocidad.
Bajamos al portal y el frío nos recuerda que es diciembre, pero que para algo están los bares con su atmósfera cálida y acogedora. Al llegar al Tubo, la calle está casi vacía. Falsa alarma, porque entrar a cualquier garito es misión imposible. Bueno casi. El whisky lo aguanta todo... (continuará)
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